Nosotros

A oidos del gerente

El síndrome del derrotado

Al hombre lo mueve su propia vanidad y su propio orgullo, el hoy se trata de vencedores y vencidos, ninguno quiere perder, todos quieren ganar y es ahí donde se hace imposible ceder, incluso ante la realidad. Sí reconocer un error o que otro tenga la razón significa mi derrota, mantendré mi posición así sea la equivocada, porque lo que importa no es la razón sino el triunfo.

Nos pasamos la vida compitiendo y en esa competencia queremos siempre resultar ganadores sin importar lo mucho que cueste. Cada uno en su orgullo y su vanidad quiere ser quien triunfe, porque eso te da estatus y poder y es ese poder, el que utilizamos para hacer lo que sea para seguir ganando, derrotando a nuestros enemigos, llegando primero.

Nuestra lucha constante por derrotar y no ser derrotados se alimenta del odio, el sentimiento de la derrota genera deseos de revancha y se convierte a su vez, en venganza, con todo lo que ello implica.

En todo proceso de la vida hay cosas que podemos lograr y otras que no, hay logros que dependen de nosotros y otros que no; la vida es un cúmulo de situaciones que nos permiten tomar decisiones que tienen consecuencias y estoy seguro que todas y cada una de ellas nos dejan aprendizajes; pero, es necesario que esos aprendizajes sean personales. No nos podemos dejar llevar por los sentimientos y sensaciones de los demás; pero sobre todo, de aquellos que afectados por el síndrome del derrotado, siempre están buscando revancha y venganza y cuyo síntoma principal, es que ven a su adversario siempre como su enemigo y a quien piensa diferente, como alguien a quien hay que acabar y destrozar y para eso, se valen de todos los medios.

La imparcialidad e independencia que algunos predican no es más que un sofisma, somos imparciales con aquellos a quienes no odiamos, así el odiado tenga la razón, si nuestra concepción de país es debatida desde las ideas solamente, nos daremos cuenta que podemos construir conjuntamente. La inmensa mayoría de las personas quiere y siente que puede lograr caminos de equidad y bienestar para todos, quizás por caminos diferentes, pero nos cuesta mucho dar la razón. La competencia por ser el que triunfa no nos permite mirar al otro con bondad, la vanidad y el orgullo no nos permiten entender que la meta no está en mi reconocimiento; sino, en lograr el objetivo. Si tratamos siempre al otro como el sujeto a quien hay que derrotar, estoy seguro que siempre habrá deseo y oportunidad de revancha y esto nos llevará a un espiral de acciones que definitivamente alimentarán la raíz de odio y de violencia que algunos líderes que ya tienen el síndrome, quieren que sigas.

¿Qué tal si dejamos de mirar a quien dice y más bien escuchamos lo que dice?

¿Qué tal si sacamos de la ecuación el odio?

¿Qué tal si entendemos que cuando cada uno gana otro pierde y usará los mismos medios para buscar revancha?

¿Qué tal si dejamos de creer que hay una sola vía, la propia, para lograr nuestros objetivos?

¿Qué tal si pensamos que si escuchamos, aportamos y cedemos, al final todos seremos ganadores?

Es hora de pensar un poco, reflexionar sobre nuestra sociedad, buscar en lo más profundo de nuestro corazón esa razón que me ha llevado a sentimientos que quizás solo son infundados, convicciones que no lo son, porque fueron alimentadas por el odio de otro. Solo la convicción del amor y de la bondad nos moverán a escuchar y a entender a cada uno y quizás, solo así, podamos salir de la trampa mortal en la que nos han metido aquellos que sufren este síndrome que nos lleva solo al fracaso reiterado.

Pd. Aquellas personas que sufren de esta enfermedad deben ser aisladas y recibir toda la ayuda posible, el tratamiento empieza por no elegirlas y la ayuda, es brindarles amor y bondad.

Didier Jaime Lopera Cardona
Gerente